Traduciendo Emociones

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Se dice que casi todos los seres vivos tienen la facultad de comunicarse de una forma u otra, entre ellos mismos y con el entorno. De todas las especies, el ser humano está considerada como la más "avanzada", principalmente por la capacidad de razonamiento y porque somos la única especie con la habilidad de "hablar".

Hablar, es decir, poder hacer uso del lenguaje, mediante la palabra. Nuestro cerebro está especialmente configurado para almacenar gran cantidad de ideas, información, conocimientos y palabras; parte de ese vocabulario que conforma la lengua de cada individuo.

Recuerdo haber estudiado como el ser humano se inicia en el proceso del lenguaje desde los primeros meses de vida, (ahora incluso algunos estudios sugieren que estas capacidades se empiezan a desarrollar ya desde el seno materno), proceso que transcurre en diferentes etapas de acuerdo con el desarrollo cognitivo y neurológico de cada individuo. Es a partir de los dos años aproximadamente, cuándo empezamos a decir nuestras primeras palabras, y es cuando empezamos a ser capaces de comunicarnos con más precisión con el medio que nos rodea. Se podría decir que estamos dotados del "don mágico de la palabra".

Utilizamos la palabra para comunicarnos entre nosotros, para expresar sentimientos y emociones. El lenguaje nos permite conseguir aquello que pretendemos de los demás y de nuestro entorno. Las palabras son inmensamente poderosas, puesto que una sola palabra puede cambiar cualquier situación de manera radical ya que con ella podemos herir, destruir, persuadir, manipular, mentir... pero también podemos amar, acoger, apoyar, reconstruir y sanar.

Tan poderoso es el lenguaje que en ocasiones una palabra sacada de contexto o mal interpretada puede tener consecuencias inesperadas, entre individuos que comparten el mismo idioma. Cuánto más sí la comunicación se da entre personas que hablan distintas lenguas. De esta necesidad de comunicarnos entre nosotros, surge una profesión bastante desconocida, e incluso a veces mal entendida y poco valorada: Traducción e Interpretación.

Hoy en día, todavía hay quien entiende que traducir es sinónimo de "transferir palabras" de un idioma a otro, y a consecuencia de los grandes avances tecnológicos, la existencia de Internet y el fatídico “Google Translator", mi profesión sigue sin ser del todo considerada como tal.

Traducir e interpretar, ni más ni menos. Y digo ni más ni menos porque todo acto de comunicación se desarrolla en un escenario concreto, bajo unas determinadas circunstancias y con fines diferentes. La comunicación va mucho más allá de entender el significado de las palabras, (o su equivalente en otra lengua). Todos hemos vivido situaciones en las que no hemos llegado a entender el mensaje que recibimos, momentos en que malinterpretamos palabras y situaciones que han dado lugar a los "dichosos" malentendidos que en ocasiones tienen una repercusión mucho más profunda de lo que podíamos imaginar.

No siempre nos comunicamos bien, no todo el mundo tiene la misma capacidad para hacerlo; y, sobre todo, para interpretar el mensaje que se nos está queriendo transmitir. Por eso, es tan importante tener en cuenta el contexto y la situación; saber interpretar no sólo el significado si no el sentido de las palabras, cuánto más, si éstas provienen de una lengua diferente a la nuestra.

Interpretar correctamente requiere de diversas habilidades como es la observación, el conocimiento del contexto, y sobre todo de la facultad de empatizar con los interlocutores. Si el "don de la palabra" es algo maravilloso y extraordinario que nos diferencia de otras especies, mucho más lo es la empatía. Algo que yo misma reconozco que muchas veces nos cuesta practicar, (en este punto hay especies que nos sacan gran ventaja) puesto que el ser humano es egoísta por naturaleza y nos cuesta demasiado ponernos en el lugar de otros, sobre todo, cuando estamos en situación de ventaja. Afortunadamente, también tenemos la virtud de experimentar todo tipo de emociones y sentimientos no sólo a lo largo de nuestra vida si no, incluso, durante un mismo día.

Cómo profesional he vivido situaciones en las que una mala interpretación (entre distintas lenguas), ha dado al traste con grandes proyectos y meses de trabajo en cuestión de veinte minutos en una reunión de negocios. Y este es el menor de los daños porque en el ámbito de la salud, donde yo tengo la suerte de desarrollar mi profesión las consecuencias pueden ser mucho más graves.

Muchos se preguntarán en este momento qué "pinta" un traductor en el sector de la Salud. Pues bien, si hace unos años se trataba de una figura poco conocida y un tanto esporádica en el ámbito sanitario, gracias a la internacionalización de diversos servicios y del turismo, cada vez es más frecuente que una persona procedente de otro país tenga la necesidad de recurrir a un hospital o a un servicio de salud.

Quizá alguno de vosotros os habéis visto alguna vez en estas circunstancias durante una estancia en el extranjero, y habéis tenido la necesidad de acudir a un hospital en un país diferente y sin conocer el idioma. Si ya de por sí, nos cuesta trabajo cuando por desgracia nos falla la salud o sufrimos algún percance en nuestro entorno, imaginad si además no podéis comunicaros ni expresar lo que sentís, los síntomas, si estáis sufriendo dolor, o si tenéis alergia a la penicilina, porque los profesionales que os atienden no hablan la misma lengua. Justo en ese momento nos preguntamos: ¿no hay nadie que hable mi idioma? ¿Un traductor?

Afortunadamente SÍ, ahí estamos, tanto en el sector público como en el privado, cuando se producen este tipo de situaciones. En ese momento, es cuando intervenimos y golpeamos con los nudillos la puerta de la consulta, nos presentamos ante el profesional, el paciente y su familia y empieza nuestro trabajo.

En una consulta médica, además de la anamnesis (antecedentes médicos y familiares, motivo de consulta, síntomas, tratamiento habitual, etc.) y la información en sí, es donde tenemos que prestar más atención a las emociones de los distintos interlocutores. Primordialmente, a las de el paciente que normalmente se encuentra en una situación de vulnerabilidad y es quién normalmente, transmite toda la información necesaria para que el personal sanitario pueda realizar su trabajo con mayor eficacia. No obstante, es igual de importante esforzarnos por sintonizar con el profesional de manera que ambos podamos desarrollar nuestra labor lo mejor posible.

Mucho más allá de conocer los términos técnicos al detalle, las distintas patologías y su traducción y saber desenvolvernos en un ámbito tan delicado, debemos trabajar en saber interpretar y empatizar con todas las personas involucradas, para obtener los mejores resultados. En ocasiones, esta "conexión" es difícil de establecer porque el paciente puede sentirse intimidado al ver una persona extraña al equipo médico, en medio de una situación ya de por sí compleja. Por eso hay que empezar por explicarle al paciente nuestro papel, interesarnos en obtener cuanta más información mejor y aún más importante, detallarle al paciente y a su familia, el funcionamiento de nuestros protocolos, así como cualquier otra información relevante en el transcurso de su proceso, de manera que se sientan familiarizados con lo que va a acontecer a continuación, y logremos que depositen su entera confianza en nosotros como interlocutores principales, así como en los profesionales que los atienden. En todos los casos debemos actuar de la misma manera, independientemente del desenlace posterior o de las causas que han llevado al paciente a acudir a un servicio sanitario. A todos debemos tratarlos con el mismo objetivo, esforzarnos por empatizar con ellos y sus familias, y facilitarles en la medida de lo posible, todos aquellos trámites anexos y como no, la comunicación con un entorno desconocido para ellos.

En el ámbito de la salud es fundamental proporcionar seguridad y tranquilidad al paciente, pero también desde nuestro papel como elemento comunicador, tenemos que transmitir confianza y templanza a nuestros compañeros. Porque en ocasiones nos encontramos con situaciones inesperadas, a veces extremas, con las que no estamos familiarizados y ante las que en cualquier momento podríamos vernos afectados directamente y perder de esta forma el nexo de unión; tanto con el profesional, como con el paciente y su entorno.

Esta es una labor que no resulta sencilla, pues podemos enfrentarnos a todo tipo de reacciones, que surgen directamente de las emociones que están experimentando ambas partes (profesionales y pacientes). Cuánto más, si se trata de una situación extrema, o como desgraciadamente ocurre a veces, con un desenlace fatal. Es en este punto donde debemos trabajar en equipo y esforzarnos al máximo por reforzar la confianza y el nexo comunicador que hemos establecido con anterioridad, siempre con el propósito de beneficiar lo máximo posible al paciente y su familia, así como de favorecer la labor de los profesionales.

De todo esto, me gustaría hacer especial hincapié, en la importancia de estar atento a todos los elementos que nos rodean. Nuestro cometido, como ya he expuesto, no sólo se limita a traducir; debemos ir unos pasos más allá, anticipándonos algunas veces a los acontecimientos (respetando siempre a los profesionales que están llevando el caso) y prestar atención a los detalles, con el objetivo de tranquilizar y ahondar en las emociones, sensaciones y sentimientos de los pacientes y nuestros compañeros. Esta es la única manera de conseguir una interpretación correcta y, por tanto, de realizar nuestro trabajo de manera eficaz.

Sin embargo, hemos de tener en cuenta también nuestras propias emociones e intentar neutralizarlas lo máximo posible, pero sin perder de vista la herramienta de la "empatía" que será la que nos ayudará en nuestra labor a corto y largo plazo. Esto sí, es más complicado y no siempre, por mucha experiencia que tengamos, lo logramos. Y si ocurre, lo más aconsejable es transmitirlo tal cual a las distintas partes de la manera más correcta posible, tratando de evitar que nuestros sentimientos arrasen con nuestro trabajo y el de nuestros compañeros, pero sin miedo a dejar aflorar nuestra humanidad, que al fin y al cabo es lo que realmente prima en un servicio de salud de calidad. Por eso, nuestra labor no la puede desarrollar la tecnología ya que hacen falta personas para conectar con otras personas, ya sea en diferentes lenguas o incluso en el mismo idioma.

Traducir emociones desde las nuestras propias, pero sin dejar que estás influyan en el proceso, donde lo verdaderamente importante no es dominar a la perfección distintas lenguas, ya que esto de nada sirve si no hablamos, (como alguien me dijo sabiamente una vez), el lenguaje de las emociones.

De esta reflexión, concluyo en la importancia de humanizar todos los procedimientos, en cualquier ámbito de trabajo y en concreto en el sector sanitario, donde la salud, y en ocasiones la vida, están en juego. Incluso yendo un paso más allá, creo que sería importante e interesante extrapolar este “modelo de comunicación” en que se basa el procedimiento de la Traducción e Interpretación, a todos los terrenos, basándonos en la empatía como herramienta principal y en la importancia de observar y cuidar al máximo cada detalle, sin olvidar nuestra condición de seres humanos e imperfectos, con capacidad de reconocer, rectificar, perdonar, aprender y mejorar.

En mi opinión, considero que, si somos capaces de tener en cuenta todos estos factores y aplicarlos en nuestro día a día, es posible mejorar la comunicación y por tanto nuestras relaciones en las distintas parcelas, lo que indudablemente redundará de forma positiva en nuestro bienestar y satisfacción individual, así como en el de las personas que nos rodean, mejorando sensiblemente nuestras vidas en todos los aspectos, y con ello nuestro desarrollo personal y nuestra calidad humana.


¿Qué es para mí la Psicología en un tweet?
“Capacidad de empatizar con las emociones, desde la objetividad; con el fin de trazar directrices a modo de guía, en momentos de dificultad”.

Aránzazu Sainz Díaz

Traductora e intérprete.
(Traducción del artículo en el libro)



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