En situaciones de emergencias y desastres, un psicólogo con formación apropiada dispone de diferentes técnicas para intervenir.

La selección de la más apropiada depende de variables relacionadas tanto con el propio hecho como con las características de las personas afectadas. Incluso el tiempo transcurrido desde la ocurrencia está entre otra de las variables a considerar.

No obstante, cada actuación aparece protocolizada, de forma que -de base- la intervención sigue un orden inicial compartido, siendo absolutamente flexible en función de lo comentado antes y de otros factores imprevistos.

Cualquier técnica que se use en estas situaciones, debe orientarse a cumplir estos objetivos:

1)   Sintonizar con la persona afectada, sin lo cual será muy complicado avanzar. Es importante captar lo antes posible su realidad subjetiva, sin juzgarle.

2)    Reducir el Arosual (nivel de activación) al niveles más bajos. Si éste se encuentra muy elevado, sería incluso recomendable como punto primero.

3)   Analizar la realidad de lo sucedido, considerando que es muy probable que falten datos o incluso que estos sean erróneos.

4)  Buscar soluciones que tengan aplicación en tres momentos temporales futuros (corto, medio y largo), enfatizando sobre todo el corto plazo, si fuera posible. No se debe crear falsas esperanzas que generen más daño posterior, pero sí aportar la imagen de un futuro mejor, siempre que sea realmente alcanzable.

5)  Concretar la forma de lograr las soluciones planteadas, sabiendo que otros elementos externos serán influyentes en dicha consecución. En este paso, va implícito el acompañar a la persona en la puesta en práctica, para evitar que se quede sólo en un planteamiento teórico.

6)   Realizar un seguimiento transcurrido un tiempo desde los hechos de origen, de manera que se valore la vuelta a la normalidad de la persona afectada.

 

Manuel Salgado Fernández

Psicólogo clínico y del Deporte // Col. AN-2.455